¿Y si Dios ya lo hizo todo?

Querido lector,


Si eres como la mayoría de nosotros, tu vida cristiana ha estado marcada por una pregunta persistente:
¿Estoy haciendo lo suficiente? ¿Mi fe es lo bastante fuerte? ¿He obedecido lo necesario?

Nos han enseñado que Dios hizo su parte, pero que ahora nosotros debemos hacer la nuestra.
Pero, ¿y si esa no fuera la historia completa?
¿Y si la solución de Dios al problema del pecado fuera tan radical, tan completa, que literalmente no dejó nada para que nosotros hiciéramos?

Te invito a un viaje para explorar una visión en donde la salvación es 100% una obra de Dios.
Olvida por un momento lo que has aprendido sobre "cooperar" con Dios y acompáñame paso a paso.


Paso 1: El Verdadero Problema - Un Coche con el Chasis Roto

Imagina que la humanidad, después de Adán, no es un coche nuevo con algunos arañazos o un motor que falla. Imagina que es un coche que ha sufrido un accidente tan catastrófico que su chasis está torcido e irreparable. Puedes cambiarle el motor, pintarlo, ponerle ruedas nuevas... pero nunca volverá a ser un vehículo seguro o funcional. Su estructura misma está corrompida.

Esa es la "vieja naturaleza" o el "viejo hombre" que heredamos de Adán.
La Biblia dice que por la desobediencia de ese hombre, todos quedamos constituidos como pecadores y sentenciados a muerte (Romanos 5:12, 19).
No se trata de que nos corrompemos porque pecamos sino que pecamos porque estamos corrompidos.
Somos corruptos en nuestra estructura misma, y por eso pecamos.


La idea a desafiar: Muchas teologías (calvinistas, arminianas, etc.) se centran en cómo Dios repara este coche roto. Unos dicen que Dios hace el 99% y tú el 1%, otros que Dios lo hace todo pero tú tienes que girar la llave... Pero todas asumen que se trabaja sobre el viejo coche. ¿Y si el plan de Dios nunca fue repararlo?

Paso 2: La Solución de Dios - Construir un Coche Completamente Nuevo

Dios, en su infinita sabiduría, miró el chasis torcido de la humanidad y no trajo un martillo para enderezarlo.
Trajo los planos con los que lo hizo para hacer otro vehículo igual pero completamente nuevo: el "segundo hombre", Jesucristo (1 Corintios 15:47).

Pero este nuevo hombre no es una reparación del viejo.
Es una creación fresca, una nueva humanidad que salió directamente de Dios, así como Adán salió directamente de Dios sin padres humanos.

Y aquí está la clave del plan 100% de Dios (monergista).
Todo lo que el primer hombre debía hacer y no hizo, este segundo hombre lo hizo a la perfección en nuestro lugar:

  • 1. ¿El hombre debía agradar al Padre? Jesús fue el Hijo amado, en quien el Padre tuvo complacencia (Mateo 3:17).
  • 2. ¿El hombre debía ser perfectamente obediente a la Ley? Jesús lo fue, hasta el último punto y la última tilde (Mateo 5:17-18, Hebreos 4:15).
  • 3. ¿El hombre debía ofrecer una vida de olor fragante a Dios? La vida entera de Jesús fue esa ofrenda perfecta (Efesios 5:2).
Dios no se reconcilió con nosotros arreglando nuestra vieja naturaleza corrupta.
Dios se reconcilió con la humanidad pero en la persona perfecta de Jesucristo.
Él miró a este nuevo hombre y en Él vio a la humanidad que le agradaba.


Paso 3: El Destino del Coche Viejo - La Chatarrería de la Cruz

Entonces, ¿qué pasó con el coche viejo, con nuestro chasis torcido? Dios no lo reparó ni lo dejó abandonado. Hizo algo mucho más radical y definitivo: lo sentenció a la chatarra y lo destruyó.

Cuando Jesús murió en la cruz, no solo murió por nuestros pecados.
La Biblia dice que nuestro "viejo hombre" fue crucificado juntamente con Él (Romanos 6:6).
En la muerte de Jesús, Dios ejecutó aquella sentencia "Ciertamente morirás" sobre toda la humanidad que venía de Adán.
El capítulo del Edén se cerró. El coche viejo fue destruido.

Y aquí viene lo asombroso:
Así como la muerte nos fue imputada a todos por la desobediencia de Adán sin que nosotros "hiciéramos" nada, la obra de Cristo tiene un efecto universal sin que nosotros "hagamos" nada para merecerla.
Su muerte pagó la pena de la Ley por todos. Su resurrección venció a la muerte para todos. El viejo tribunal de la Ley, el Pecado y la Muerte fue clausurado.


Paso 4: La Nueva Realidad - Todos Pertenecemos a un Nuevo Dueño

Imagina que un Rey compra a todos los prisioneros de un país enemigo. No les pregunta si quieren ser comprados. Simplemente paga el rescate y los declara su propiedad.

Eso es lo que hizo Cristo. Al morir y resucitar, Él nos compró a todos del poder de la muerte. Ahora, toda la humanidad resucitada ya no está bajo la vieja ley, sino bajo una nueva jurisdicción: el Señorío de Jesucristo. "Para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor así de los muertos como de los que viven" (Romanos 14:9).

Esta es la parte que cambia todo:
Un reino no es una república.
En una república, la ley es el jefe y los jueces la aplican.
En un reino, el Rey es el jefe. Su voluntad soberana es la ley.


Paso 5: El Juicio Final - La Decisión Soberana del Rey

Y aquí llegamos al punto final. Si todos fuimos comprados, si todos somos resucitados y estamos bajo el Señorío de Cristo, ¿cómo se decide quién va al cielo y quién al infierno?

No es por nuestras obras bajo la ley, porque esa ley fue cumplida y su condena pagada.
No es porque nuestra "fe" sea una moneda con la que compramos el favor de Dios; eso sería volver a ponernos en el centro.

La separación final es una decisión soberana del Rey.
Es el "Día de la ira del Cordero" (Apocalipsis 6:16).
Es el momento en que el Rey, que nos compró con su propia sangre y tiene todo el derecho sobre nosotros, ejerce su juicio.
Como dice la Escritura: "Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca" (Romanos 9:15).

  • ¿Y la fe? La fe no es la causa de que el Rey nos elija. La fe es efecto y no causa. La fe vienen por el oír, el oir las buenas nuevas de Salvación. Es la respuesta natural al evangelio de Jesucristo.
  • ¿Y el infierno? El infierno no es el castigo de la Ley por los pecados pasados. Es el destino de aquellos que, puestos ante la presencia gloriosa de su legítimo nuevo Dueño, se niegan a someterse a Su Señorío. Es la consecuencia eterna de mirar al Rey a los ojos y decirle: "Tú no reinarás sobre mí".

Conclusión: La Paz del Plan de Dios

Este modelo nos libera de la carga de nuestra propia salvación. No se trata de nosotros.
  1. El problema era una humanidad estructuralmente corrupta.
  2. La solución fue una humanidad completamente nueva en Cristo.
  3. La obra fue 100% de Cristo, cumpliendo todo lo que nosotros no pudimos.
  4. El resultado es que todos somos comprados de la muerte y puestos bajo Su Señorío.
  5. El final es la decisión soberana del Rey, quien merece ese derecho porque pagó el precio por todos.
Es un plan totalmente monergista. Dios lo inicia, Dios lo ejecuta y Dios lo concluye. Nuestra única respuesta posible es la gratitud, el asombro y la sumisión gozosa a tan grande Rey.
 
Amén.
Es un regalo hermoso que tenemos que aceptar recibir, no creyéndonos dignos por lograrlo bajo nuestros propios medios, sino humillándo nuestro ego y reconociendo que lo recibimos por gracia.

Y si nos amo estando separados de él por el pecado, cuanto más nos va a amar ya estando reconciliados gracias a Jesús.

Por eso podemos acercarnos a un Padre que no nos juzga sino que nos abraza, nos acepta y nos invita desde el amor a parecernos cada vez más a él, llamándolo “Papito” (Abba Padre)
 
Al final, produce una devoción mucho más intensa del creyente aquel que recibió el mayor regalo de forma incondicional, y fue amado con un amor que lo abraza como Fuego; versus uno que lo obedeció por “temor”, luchando contra su naturaleza, intentando hacerlo por sus propios medios, creyéndose capaz de lograrlo.

Aquel que fue amado así, en su agradecimiento quiere devolverle todo.

Al recibirlo por gracia, ya no juzga a los demás, porque reconoce que él fue perdonado y que él tampoco lo merecía. Y empieza a perfeccionarse en el amor de Jesús, permitiendo sentirse amado así y amando también a los demás de igual forma.
 
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