En la mayoría de las predicaciones modernas se presenta la GRACIA como una nueva oportunidad, un borrón y cuenta nueva, una especie de indulto celestial que absuelve al pecador sin condiciones.
Se presenta la REDENCIÓN como si fuera una devolución al estado original de libertad.
Pero esta visión es incompleta y peligrosa.
La redención no nos devuelve la libertad original del Edén.
Nos transfiere de un amo (la muerte) a otro (Cristo).
Porque lo que se perdió en el pecado no fue solo la vida, sino el derecho a gobernarse.
Al pecar el hombre murió.
No murió en sentido espiritual o relacional, sino que fue condenado legalmente a morir (Génesis 2:17).
Una muerte que no es solo un evento, sino la pérdida irreversible de la vida plena y eterna.
Y esta muerte adquirió legalmente al pecador.
Porque el pecado genera una deuda de vida.
No es que uno "muere y ya" sino que la muerte adquiere al pecador mediante un derecho legal.
El que quiere redimir debe pagar con vida, no con un acto puntual.
La justicia exige el pago completo de la deuda y esa deuda se paga con la vida.
La muerte no suelta lo que adquirió sin compensación.
Cristo paga con su vida humana: No con el acto o el evento concreto de morir, sino entregando todo su ciclo vital como ofrenda.
Y la redención compra, no libera.
El redimido no vuelve a ser libre o sea autónomo, sino que pasa a ser propiedad del redentor.
1 Corintios 6:19-20: No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio.
La redención no es un indulto, ni una oportunidad para empezar de nuevo por cuenta propia.
Es una transacción legal y definitiva, por la cual el hombre es comprado de la muerte para pertenecer a Cristo.
Y si es comprado, ya no se pertenece.
El precio fue pagado, no para que dar libertad, sino para vivir como siervo de la justicia.
El evangelio no es una oferta de libertad sino una declaración de propiedad:
"De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito... para que TODO aquel que en ÉL cree... tenga vida eterna."
Pero esa vida ya no es autónoma: es vida bajo un nuevo Señor.
Porque redención no es libertad, es adquisición.
Y esa es la verdadera gracia: haber sido reclamados legalmente por Cristo para no volver a ser esclavos del pecado, sino siervos de la justicia.
Se presenta la REDENCIÓN como si fuera una devolución al estado original de libertad.
Pero esta visión es incompleta y peligrosa.
La redención no nos devuelve la libertad original del Edén.
Nos transfiere de un amo (la muerte) a otro (Cristo).
Porque lo que se perdió en el pecado no fue solo la vida, sino el derecho a gobernarse.
Al pecar el hombre murió.
No murió en sentido espiritual o relacional, sino que fue condenado legalmente a morir (Génesis 2:17).
Una muerte que no es solo un evento, sino la pérdida irreversible de la vida plena y eterna.
Y esta muerte adquirió legalmente al pecador.
Porque el pecado genera una deuda de vida.
No es que uno "muere y ya" sino que la muerte adquiere al pecador mediante un derecho legal.
El que quiere redimir debe pagar con vida, no con un acto puntual.
La justicia exige el pago completo de la deuda y esa deuda se paga con la vida.
La muerte no suelta lo que adquirió sin compensación.
Cristo paga con su vida humana: No con el acto o el evento concreto de morir, sino entregando todo su ciclo vital como ofrenda.
Y la redención compra, no libera.
El redimido no vuelve a ser libre o sea autónomo, sino que pasa a ser propiedad del redentor.
1 Corintios 6:19-20: No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio.
La redención no es un indulto, ni una oportunidad para empezar de nuevo por cuenta propia.
Es una transacción legal y definitiva, por la cual el hombre es comprado de la muerte para pertenecer a Cristo.
Y si es comprado, ya no se pertenece.
El precio fue pagado, no para que dar libertad, sino para vivir como siervo de la justicia.
El evangelio no es una oferta de libertad sino una declaración de propiedad:
"De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito... para que TODO aquel que en ÉL cree... tenga vida eterna."
Pero esa vida ya no es autónoma: es vida bajo un nuevo Señor.
Porque redención no es libertad, es adquisición.
Y esa es la verdadera gracia: haber sido reclamados legalmente por Cristo para no volver a ser esclavos del pecado, sino siervos de la justicia.