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Sobre el libre albedrío y la capacidad de elegir:
  • El hombre caído sigue eligiendo, pero siempre según su naturaleza.
  • Como su naturaleza está esclavizada al pecado, siempre elegirá contra Dios en lo espiritual.
  • Entonces, para ellos, el “libre albedrío” para escoger a Dios no existe en el hombre caído.
  • El hombre tiene voluntad, pero esa voluntad está torcida y no es neutral.
Conclusión calvinista: si Dios dejara al hombre elegir, todos se perderían...
  • Si Dios se limitara a “ofrecer” y esperar, nadie respondería salvadoramente, porque todos le rechazarían.
  • Por eso concluyen: si la salvación dependiera en cualquier punto decisivo de la respuesta humana, el resultado final sería 0 salvados.
Solución calvinista: Dios elige por el hombre
  • Dado que todos merecen condenación y nadie va a elegir a Dios,
  • Dios, por pura gracia, decide desde la eternidad tener misericordia de algunos.
  • No solo “elige por ellos”, sino que cambia su corazón para que ellos, en el tiempo, quieran y crean.
  • A los demás los deja en el camino que ya llevan por su propio pecado.
Del lado de Dios se vería así:
  • “Como el hombre no elige bien, tengo que elegir yo y además darle un corazón nuevo para que quiera elegirme”.
  • “Si el hombre elige por sí solo, todos se pierden; así que, por misericordia, salvo a algunos por decreto y por una obra interna que garantiza su respuesta”.
Por otro lado para ellos, cualquier otra solución dañaría la gloria de Dios porque en su lógica, si Dios no decreta quién se salva y no causa la fe de los salvos:
  • La salvación queda colgando de algo que no sale directamente de Dios,
  • Y eso, en su lectura, es incompatible con un Dios absolutamente soberano y con la salvación “solo por gracia”.
 
1. La muerte no es un “accidente” que Dios necesite reparar, sino una SENTENCIA que Dios mismo impone

Primero, Dios advierte la muerte como pena, no como fenómeno natural inevitable:


“Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”
(Génesis 2:17)

Cuando pecan, Adán y Eva no caen muertos en el acto.
Siguen oyendo, respondiendo y hablando con Dios.
La muerte que Dios les había anunciado como una consecuencia de comer del árbol, se concreta después como veredicto judicial:


“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”
(Génesis 3:19)

Ese “al polvo volverás” se concretará como una sentencia soberana de Dios al decidir que Adán y Eva ya no tuvieran un acceso libre al árbol de la vida.
Así la muerte entra como un juicio dictado y no como un desastre que sorprende a Dios.



2. Después de pecar, el hombre todavía podía vivir para siempre si seguía accediendo a la vida

El texto lo dice de manera explícita:


“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.”
(Génesis 3:22)

Si Dios no interviene, el hombre, aún corrompido, podría tomar del árbol de la vida y vivir para siempre.

Es decir que el pecado en sí mismo no les quitó a ellos la posibilidad de seguir viviendo, sino que lo que definitivamente les trae la muerte es una decisión soberana de Dios.


“Y lo sacó Jehová Dios del huerto de Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida… para guardar el camino del árbol de la vida.”
(Génesis 3:23-24)

Es Dios quien les corta el acceso a la vida.
Él no quiere que ese hombre caído viva eternamente en ese estado.
Textualmente: “que no alargue su mano… y viva para siempre”.

En términos teológicos, Dios está diciendo, de hecho:
“No quiero que el hombre, siendo ahora lo que es, viva para siempre.”

El razonamiento no es: “pobre hombre, tuvo un accidente mortal y ahora yo tengo que ver cómo lo rescato”.
El razonamiento es: “yo, Dios, lo hice del polvo y yo, Dios, decreto que vuelva a ese polvo. Le voy a quitar el acceso al árbol de la vida para que muera y no vivir por siempre, porque se corrompió total e irreversiblemente.



3. Por qué esto rompe el relato calvinista “Dios corriendo a rescatar un muerto”

El calvinismo suele presentar el cuadro así, en términos lógicos:

  • El hombre pecó y quedó “muerto” (Efesios 2:1).
  • Dios se encuentra con un cadáver espiritual que no puede responder.
  • Entonces Dios tiene que “decidir” salvar a algunos de esos muertos y darles vida.
Pero si seguimos el orden de Génesis:
  1. Dios advierte la muerte como pena (Génesis 2:17).
  2. El hombre peca, pero sigue vivo.
  3. Dios pronuncia la sentencia: “al polvo volverás” (Génesis 3:19).
  4. Dios impide que el hombre viva para siempre, cerrando el acceso al árbol de la vida (Génesis 3:22-24).
Entonces, el cuadro bíblico es otro:
  • El hombre no “se mató solo” ni “se murió solo”:
    Dios lo condenó a morir y le impidió el acceso a la vida perpetua.
  • La muerte del hombre no es un “problema ajeno” que Dios viene a gestionar;
    es un juicio divino que el mismo decreta.
Por eso el razonamiento calvinista falla cuando trata la muerte del hombre como una especie de “estado trágico” que Dios debe resolver, en lugar de verla como la consecuencia judicial de un decreto explícito de Dios: “al polvo volverás” y “que no alargue su mano… y viva para siempre”.
 
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