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1. La Biblia no revela a un Dios reaccionando
La Escritura jamás presenta a Dios improvisando, reparando o modificando Su plan por culpa del enemigo.
La revelación muestra lo contrario:
Isaías 46:10
“Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”.
Job 42:2
“Ningún propósito tuyo puede ser estorbado”.
Efesios 1:11
“Él hace todas las cosas según el designio de su voluntad”.
Si el plan depende de responder al diablo, entonces el diablo marca la agenda.
La Biblia enseña lo contrario: Dios marca la agenda y es el diablo el que reacciona.
2. Dios no abandona Su propósito con el hombre
Dios quiso hacer un ser viviente, el hombre, a Su imagen con voluntad, responsabilidad y dominio:
Génesis 1:26
“Hagamos al hombre a nuestra imagen… y señoree”.
Y la caída no destruyó ese propósito.
Adán fracasó, pero el propósito permaneció.
Por eso la Escritura no habla de la cancelación del hombre Sino que nos habla de un segundo hombre como un postrer Adán.
Dios no abandona al hombre ni actúa fuera de la humanidad.
Dios sigue adelante con Su plan creando un Hombre nuevo, perfecto, obediente y vencedor.
Eso no es reacción.
Es consumación del propósito original.
3. El calvinismo invierte la lógica
El calvinismo parte de una verdad bíblica: el hombre cayó y está muerto para Dios.
Pero la conclusión que extrae es:
La historia ya no es el propósito eterno de Dios manifestado en Cristo,
sino la caída del hombre administrada por un decreto.
Sin pretenderlo, la caída pasa a ser la “llave” que mueve a Dios.
El enemigo golpea y Dios debe responder seleccionando.
Dios ya no avanza con Su plan; lo salva de la ruina causada por otro.
En lenguaje bíblico, eso jamás aparece.
4. La Biblia muestra lo contrario
El diablo nunca “forzó” a Dios a cambiar rumbo.
La victoria de Cristo no nace de una reacción a la caída,
sino del propósito eterno:
Hebreos 10:9
“He aquí, vengo… para hacer tu voluntad, oh Dios”.
Cristo no vino porque el diablo destruyó el plan.
Cristo vino porque el Padre quiso consumar Su plan:
5. El calvinismo, sin querer, reduce a Dios a un reaccionador
Cuando la salvación se explica como “Dios rescatando a algunos de lo que el diablo arruinó”, entonces:
Pero la Escritura enseña que todo fue creado para Cristo:
Colosenses 1:18
“Para que en todo tenga la preeminencia”.
No dice: para que la caída tenga la preeminencia
ni para que la elección tenga la preeminencia
ni para que el decreto tenga la preeminencia.
La preeminencia es del Hijo.
Por eso el evangelio bíblico no es:
“Dios vino a reparar lo que se rompió”,
sino:
“Dios estableció al Hombre perfecto que cumple Su propósito”.
Isaías 42:1
“He aquí mi siervo… en quien mi alma tiene contentamiento”.
6. Conclusión
Si la caída obliga a Dios a modificar Su plan, entonces el diablo, sin querer, se vuelve el arquitecto de la historia.
Si la salvación aparece como respuesta a la ruina, entonces el plan eterno se subordina al desastre.
La Biblia enseña lo contrario:
Dios hizo lo que quiso, intentó lo que quiso y consumó lo que quiso.
El fracaso de Adán no alteró el propósito.
Solo reveló que el propósito final nunca fue Adán, sino Cristo.
Y Cristo no es reacción, es fundamento:
Colosenses 1:17
“Él es antes de todas las cosas”.
La caída no determinó la salvación.
La voluntad eterna de Dios la determinó.
Por eso toda la gloria es de Cristo Hombre,
no del decreto,
no del rescate,
no de la reacción frente al pecado.
Cristo es el plan eterno, no el parche posterior.
La Escritura jamás presenta a Dios improvisando, reparando o modificando Su plan por culpa del enemigo.
La revelación muestra lo contrario:
Isaías 46:10
“Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”.
Job 42:2
“Ningún propósito tuyo puede ser estorbado”.
Efesios 1:11
“Él hace todas las cosas según el designio de su voluntad”.
Si el plan depende de responder al diablo, entonces el diablo marca la agenda.
La Biblia enseña lo contrario: Dios marca la agenda y es el diablo el que reacciona.
2. Dios no abandona Su propósito con el hombre
Dios quiso hacer un ser viviente, el hombre, a Su imagen con voluntad, responsabilidad y dominio:
Génesis 1:26
“Hagamos al hombre a nuestra imagen… y señoree”.
Y la caída no destruyó ese propósito.
Adán fracasó, pero el propósito permaneció.
Por eso la Escritura no habla de la cancelación del hombre Sino que nos habla de un segundo hombre como un postrer Adán.
Dios no abandona al hombre ni actúa fuera de la humanidad.
Dios sigue adelante con Su plan creando un Hombre nuevo, perfecto, obediente y vencedor.
Eso no es reacción.
Es consumación del propósito original.
3. El calvinismo invierte la lógica
El calvinismo parte de una verdad bíblica: el hombre cayó y está muerto para Dios.
Pero la conclusión que extrae es:
- Dios debe elegir a algunos para salvar esto
- Dios debe pasar por alto a otros
- Dios debe actuar soberanamente para rescatar lo arruinado
La historia ya no es el propósito eterno de Dios manifestado en Cristo,
sino la caída del hombre administrada por un decreto.
Sin pretenderlo, la caída pasa a ser la “llave” que mueve a Dios.
El enemigo golpea y Dios debe responder seleccionando.
Dios ya no avanza con Su plan; lo salva de la ruina causada por otro.
En lenguaje bíblico, eso jamás aparece.
4. La Biblia muestra lo contrario
El diablo nunca “forzó” a Dios a cambiar rumbo.
La victoria de Cristo no nace de una reacción a la caída,
sino del propósito eterno:
Hebreos 10:9
“He aquí, vengo… para hacer tu voluntad, oh Dios”.
Cristo no vino porque el diablo destruyó el plan.
Cristo vino porque el Padre quiso consumar Su plan:
- Un Hombre verdadero
- Obediencia verdadera
- Justicia verdadera
- Victoria verdadera
5. El calvinismo, sin querer, reduce a Dios a un reaccionador
Cuando la salvación se explica como “Dios rescatando a algunos de lo que el diablo arruinó”, entonces:
- El centro ya no es Cristo como Hombre nuevo
- El centro es la caída de Adán
- El diablo se vuelve el punto de partida
- Dios administra los daños
Pero la Escritura enseña que todo fue creado para Cristo:
Colosenses 1:18
“Para que en todo tenga la preeminencia”.
No dice: para que la caída tenga la preeminencia
ni para que la elección tenga la preeminencia
ni para que el decreto tenga la preeminencia.
La preeminencia es del Hijo.
Por eso el evangelio bíblico no es:
“Dios vino a reparar lo que se rompió”,
sino:
“Dios estableció al Hombre perfecto que cumple Su propósito”.
Isaías 42:1
“He aquí mi siervo… en quien mi alma tiene contentamiento”.
6. Conclusión
Si la caída obliga a Dios a modificar Su plan, entonces el diablo, sin querer, se vuelve el arquitecto de la historia.
Si la salvación aparece como respuesta a la ruina, entonces el plan eterno se subordina al desastre.
La Biblia enseña lo contrario:
Dios hizo lo que quiso, intentó lo que quiso y consumó lo que quiso.
El fracaso de Adán no alteró el propósito.
Solo reveló que el propósito final nunca fue Adán, sino Cristo.
Y Cristo no es reacción, es fundamento:
Colosenses 1:17
“Él es antes de todas las cosas”.
La caída no determinó la salvación.
La voluntad eterna de Dios la determinó.
Por eso toda la gloria es de Cristo Hombre,
no del decreto,
no del rescate,
no de la reacción frente al pecado.
Cristo es el plan eterno, no el parche posterior.