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5. Implicaciones pastorales
- Nadie se pertenece a sí mismo.
Si Cristo gustó la muerte por todos y el Padre entregó todas las cosas en su mano, entonces ningún ser humano puede decir: “yo soy mío”.
“Porque habéis sido comprados por precio” implica que la única forma sana de vivir es como siervos de aquel que pagó. - La primera muerte no es un alivio ni una salida.
Morir no es dejar de deber. Ya fue la paga de la ley, pero ahora todos quedan bajo las manos del Hijo, que es Señor de muertos y vivos.
No hay descanso seguro fuera de Cristo. - La severidad de negar al Señor que rescata.
Negar al Señor que rescató es presentarse al juicio del Hijo habiendo despreciado al Dueño legítimo.
La Escritura lo llama destrucción repentina y vincula a este tipo de rebeldía con la muerte segunda. - La seriedad de la obediencia de corazón.
El Hijo es “autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:9).
Si el criterio final del Hijo no es la perfección de obras bajo la ley, sino la obediencia real a su señorío, entonces no se trata de acumular méritos, sino de un corazón sometido y confiado en Él.
Si se toma sola Scriptura como regla, la lógica que reconoce la primera muerte como paga real por el pecado, afirma que Cristo pagó por todos y se compró a todos, y entiende la segunda muerte como veredicto del Hijo sobre los contumaces, se muestra más ajustada al texto bíblico que la lógica ortodoxa que multiplica muertes, introduce un alma inmortal que la Biblia no define y restringe los “por todos” donde la Escritura habla de todos.