La Muerte como Límite entre la Ley y la Gracia
La Ley: Un sistema cerrado por muerte
Dios no puede comenzar a salvar si antes no cierra lo anterior.El pecado introdujo un conflicto legal entre el hombre y Dios.
La justicia divina exigía que se cumpla la sentencia: "ciertamente morirás" (Génesis 2:17).
La ley de obras no puede ser anulada ni ignorada.
Por tanto, la primera muerte universal es la forma en que Dios pone fin al primer pacto.
La muerte de todos los hombres, y finalmente la muerte del justo, consuma ese pacto (Juan 19:30).
El cumplimiento en Cristo
Cristo, como hombre justo, cumple la ley perfectamente.No solo muere sin pecado, sino que vence al pecado en la carne (Romanos 8:3), satisfaciendo por fin la justicia del Padre.
Con su muerte, se cierra el primer ciclo humano, el ciclo de la ley, de la carne y de la muerte.
Cristo no es simplemente asesinado: entrega su vida (Juan 10:18) como pago legal.
Y al ser levantado por el Padre, demuestra que su obra ha sido aceptada.
Es la prueba de que la muerte ha sido vencida y de que un nuevo orden puede comenzar.
El Reino de la Gracia: Separado por la Cruz
La cruz es el límite. Hasta la cruz opera la ley; después de la cruz comienza la gracia.No se puede mezclar.
Bajo la ley, la justicia exige que cada uno sea juzgado según sus obras.
Bajo la gracia, el juicio se transfiere al Hijo, que actúa no como juez legalista sino como dueño.
En la ley, no se puede hacer acepción de personas.
En el Reino, el Rey tiene libertad para escoger.
La gracia no es una extensión de la ley; es un nuevo sistema, sostenido no por la obediencia perfecta, sino por la relación con el Hijo.
Dos naturalezas, dos sistemas
El hombre natural nace en el primer sistema: bajo la carne, la ley y la muerte. Todos mueren.El nuevo hombre, nacido del Espíritu, pertenece al segundo sistema: la vida, la gracia y el Reino. Todos los que estén en Cristo serán vivificados (1 Corintios 15:22).
Nadie pasa de uno a otro sistema sin morir.
Por eso el evangelio exige una muerte: la nuestra con Cristo.
El bautismo simboliza ese paso. Es la única forma de salir del viejo orden.
La cruz divide la historia y divide los pactos.
La muerte no es un accidente: es una necesidad legal para cerrar el viejo orden.
Dios no ignora su ley. Cristo la cumple, la cierra, y abre el nuevo camino: la gracia.
En este nuevo camino, el Hijo es el Señor, y solo él decide quiénes entran en la vida eterna.
"Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree" (Romanos 10:4).