Salmo51

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La GRACIA, en su sentido más bíblico y profundo, no es simplemente una oferta amorosa que puede ser aceptada o rechazada, sino una acción soberana de Dios que irrumpe en la historia humana para revertir un juicio irrevocable: LA MUERTE DEL SER HUMANO.

Desde Génesis 2:17, el decreto divino fue claro:

“el día que de él comieres, ciertamente morirás.”
Y desde entonces, todos los hombres estaban sentenciados a desaparecer, no simbólicamente, sino real y físicamente, sin cláusula de reversión.

Pero entonces interviene Dios.
No para modificar la ley, ni para suprimir la justicia, sino para cumplirla en un sustituto: Cristo.

“El justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18).
“Cristo murió por todos” (2 Corintios 5:15).

¿A quién alcanza esta gracia?


A
TODOS.

No hay duda posible.
La Escritura lo declara reiteradamente:

  • “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11).
  • “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22).
  • “Justificación de vida para todos los hombres” (Romanos 5:18).

Esto significa que todos los hombres fueron liberados de la primera muerte por gracia, aun aquellos que serán condenados eternamente.
Porque, si no fuera por la obra de Cristo, ni siquiera podrían resucitar: la justicia de Dios no permite segunda vida para los muertos bajo ley.
La resurrección misma es fruto de la gracia.

Entonces, ¿la gracia puede ser rechazada?


No.

Lo que puede ser rechazado no es la gracia que nos saca de la tumba, sino el Señorío de Aquel que nos resucita.

Cristo ganó el derecho de juzgar al mundo porque compró a todos con su sangre (Hechos 17:31; Romanos 14:9).
Él no solo redimió a los creyentes: rescató a toda la humanidad de la extinción definitiva, y por eso todos resucitan (Juan 5:28–29), incluso los que van a condenación.

En este sentido, la gracia no es una opción, sino una imposición soberana de Dios sobre todos los hombres, exactamente como lo fue la muerte en Adán.

“Así como por la desobediencia de uno los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:19).

La diferencia es que la Gracia nos libra de la primera muerte, y luego nos pone delante de un nuevo juicio, esta vez no por obras bajo ley, sino por fe y sumisión bajo el Señorío de Cristo.

En síntesis:

  • La Gracia no se ofrece: se impone.
  • Es universal: todos son resucitados.
  • No se rechaza: lo que se rechaza es la obediencia a quien la compró.
  • Y por eso hay separación eterna: no porque la gracia falló, sino porque se despreció el reinado del Resucitado (Juan 3:36).

Por eso la Biblia distingue dos etapas:

  1. Redención universal por la gracia → todos son librados de la extinción.
  2. Justificación por fe → solo algunos heredan la vida eterna bajo el Señorío de Cristo.
Así se cumple que Cristo es Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen (1 Timoteo 4:10).
 
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