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Veamos lo que nos dice la biblia:
1. Revelación y no especulación
La pregunta “¿Qué es el hombre?” no debe responderse desde la filosofía griega ni desde la introspección mística, sino desde la Palabra revelada por el Creador en los 66 libros del canon bíblico. No hablamos aquí del hombre según Platón o Aristóteles, ni según la psicología moderna o el existencialismo, sino del hombre según Dios.
2. Génesis: La creación del hombre como carne viviente
Este texto fundacional define al hombre no como un espíritu que habita un cuerpo, sino como un ser viviente (hebreo: néfesh jayá) compuesto por dos elementos: 1) un cuerpo formado del polvo de la tierra, y 2) el aliento de vida soplado por Dios. Lo que nace de esa combinación no es un “espíritu encarnado”, sino una carne viva que llega a ser un alma viviente.
3. El alma no es una entidad separada ni preexistente
La doctrina de un alma preexistente o inmortal, insertada en un cuerpo, es ajena a las Escrituras.
Procede del dualismo griego, adoptado más tarde por el gnosticismo y el platonismo cristianizado.
En la Biblia:
4. El hombre no fue creado mortal ni inmortal, sino condicionado
Dios no creó al hombre para morir, pero tampoco le otorgó inmortalidad automática. El hombre fue creado para vivir indefinidamente en obediencia, con acceso al árbol de la vida (Génesis 2:9, 3:22).
La muerte no fue parte del diseño original, sino una sentencia legal de Dios ante la corrupción:
Adán no fue creado en un “cuerpo de muerte” como luego se describe al hombre caído (Romanos 7:24).
Su carne fue vista como “buena en gran manera” (Génesis 1:31).
El problema, por tanto, no es la carne sino su corrupción.
Lo que no puede heredar el Reino de Dios es la carne corrupta.
5. El libre albedrío: dignidad y responsabilidad humana
El hombre fue creado con capacidad de elección, de obedecer o rebelarse, lo que constituye su responsabilidad moral.
Dios lo puso a prueba, no como un experimento, sino como parte de su dignidad como criatura racional.
El pecado no es la existencia del libre albedrío, sino su mal uso.
Por eso, la redención no implica anular la voluntad del hombre, sino restaurarla.
Cristo, el hombre perfecto, se somete libremente al Padre (Filipenses 2:8) y recupera para la humanidad el verdadero ejercicio de la voluntad recta.
6. El alma no sobrevive a la muerte: muere el hombre entero
Cuando el aliento regresa a Dios, el alma deja de existir. El hombre no entra en otro plano consciente sino que muere realmente.
La esperanza del creyente no es la supervivencia del alma, sino la resurrección del ser completo (cuerpo, vida, conciencia) por el poder de Dios. No se trata de que el alma viaje mientras el cuerpo espera, sino de que Dios conserva la identidad y restaurará la vida integral del hombre en la resurrección.
7. Conclusión: El hombre es carne viviente creada por Dios y no un espíritu encarnado
Este foro parte de una premisa fundamental: El hombre es carne viviente, no un alma que habita un cuerpo.
No fue creado mortal, sino para vivir. Su destino eterno no se sostiene en una supuesta inmortalidad natural, sino en la promesa de resurrección en Cristo.
La vida es un don, y su pérdida por el pecado es real, total y trágica. La buena noticia del evangelio es que el Creador ha provisto un nuevo Hombre, el postrer Adán, para vencer la muerte.
1. Revelación y no especulación
La pregunta “¿Qué es el hombre?” no debe responderse desde la filosofía griega ni desde la introspección mística, sino desde la Palabra revelada por el Creador en los 66 libros del canon bíblico. No hablamos aquí del hombre según Platón o Aristóteles, ni según la psicología moderna o el existencialismo, sino del hombre según Dios.
2. Génesis: La creación del hombre como carne viviente
Este texto fundacional define al hombre no como un espíritu que habita un cuerpo, sino como un ser viviente (hebreo: néfesh jayá) compuesto por dos elementos: 1) un cuerpo formado del polvo de la tierra, y 2) el aliento de vida soplado por Dios. Lo que nace de esa combinación no es un “espíritu encarnado”, sino una carne viva que llega a ser un alma viviente.
3. El alma no es una entidad separada ni preexistente
La doctrina de un alma preexistente o inmortal, insertada en un cuerpo, es ajena a las Escrituras.
Procede del dualismo griego, adoptado más tarde por el gnosticismo y el platonismo cristianizado.
En la Biblia:
- El alma no es un ente inmortal que “entra” al cuerpo.
- El alma es la vida consciente del ser viviente que resulta del cuerpo + el aliento.
- El alma no es una sustancia inmortal. Es el hombre mismo, mientras vive.
4. El hombre no fue creado mortal ni inmortal, sino condicionado
Dios no creó al hombre para morir, pero tampoco le otorgó inmortalidad automática. El hombre fue creado para vivir indefinidamente en obediencia, con acceso al árbol de la vida (Génesis 2:9, 3:22).
La muerte no fue parte del diseño original, sino una sentencia legal de Dios ante la corrupción:
Adán no fue creado en un “cuerpo de muerte” como luego se describe al hombre caído (Romanos 7:24).
Su carne fue vista como “buena en gran manera” (Génesis 1:31).
El problema, por tanto, no es la carne sino su corrupción.
Lo que no puede heredar el Reino de Dios es la carne corrupta.
5. El libre albedrío: dignidad y responsabilidad humana
El hombre fue creado con capacidad de elección, de obedecer o rebelarse, lo que constituye su responsabilidad moral.
Dios lo puso a prueba, no como un experimento, sino como parte de su dignidad como criatura racional.
El pecado no es la existencia del libre albedrío, sino su mal uso.
Por eso, la redención no implica anular la voluntad del hombre, sino restaurarla.
Cristo, el hombre perfecto, se somete libremente al Padre (Filipenses 2:8) y recupera para la humanidad el verdadero ejercicio de la voluntad recta.
6. El alma no sobrevive a la muerte: muere el hombre entero
Cuando el aliento regresa a Dios, el alma deja de existir. El hombre no entra en otro plano consciente sino que muere realmente.
La esperanza del creyente no es la supervivencia del alma, sino la resurrección del ser completo (cuerpo, vida, conciencia) por el poder de Dios. No se trata de que el alma viaje mientras el cuerpo espera, sino de que Dios conserva la identidad y restaurará la vida integral del hombre en la resurrección.
7. Conclusión: El hombre es carne viviente creada por Dios y no un espíritu encarnado
Este foro parte de una premisa fundamental: El hombre es carne viviente, no un alma que habita un cuerpo.
No fue creado mortal, sino para vivir. Su destino eterno no se sostiene en una supuesta inmortalidad natural, sino en la promesa de resurrección en Cristo.
La vida es un don, y su pérdida por el pecado es real, total y trágica. La buena noticia del evangelio es que el Creador ha provisto un nuevo Hombre, el postrer Adán, para vencer la muerte.