Una revisión bíblica de su origen, naturaleza y destino

1. El punto de partida: la revelación y no la especulación

La pregunta “¿Qué es el hombre?” no debe responderse desde la filosofía griega ni desde la introspección mística, sino desde la Palabra revelada por el Creador en los 66 libros del canon bíblico. No hablamos aquí del hombre según Platón o Aristóteles, ni según la psicología moderna o el existencialismo, sino del hombre según Dios.

2. Génesis: la creación del hombre como carne viviente

"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza..."
(Génesis 1:26)
"Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente."
(Génesis 2:7)

Este texto fundacional define al hombre no como un espíritu que habita un cuerpo, sino como un ser viviente (hebreo: néfesh jayá) compuesto por dos elementos: 1) un cuerpo formado del polvo de la tierra, y 2) el aliento de vida soplado por Dios. Lo que nace de esa combinación no es un “espíritu encarnado”, sino una carne viva que llega a ser un alma viviente.

3. El alma no es una entidad separada ni preexistente

La doctrina de un alma preexistente o inmortal, insertada en un cuerpo, es ajena a las Escrituras.
Procede del dualismo griego, adoptado más tarde por el gnosticismo y el platonismo cristianizado.
En la Biblia:

  • El alma no es un ente inmortal que “entra” al cuerpo.
  • El alma es la vida consciente del ser viviente que resulta del cuerpo + aliento.
  • El alma no es una sustancia inmortal. Es el hombre mismo, mientras vive.
"He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía: el alma que pecare, esa morirá."
(Ezequiel 18:4)
"No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación. Sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos."
(Salmo 146:3-4)

4. El hombre no fue creado mortal ni inmortal, sino condicionado

Dios no creó al hombre para morir, pero tampoco le otorgó inmortalidad automática. El hombre fue creado para vivir indefinidamente en obediencia, con acceso al árbol de la vida (Génesis 2:9, 3:22).
La muerte no era parte del diseño original, sino una sentencia legal de Dios ante la desobediencia:

"Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás."
(Génesis 2:17)

Adán no fue creado en un “cuerpo de muerte” como luego se describe al hombre caído (Romanos 7:24). Su carne fue vista como “buena en gran manera” (Génesis 1:31). El problema, por tanto, no es la carne sino su corrupción.
Lo que no puede heredar el Reino de Dios es la carne corrupta:

"Esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción."
(1 Corintios 15:50)

5. El libre albedrío: dignidad y responsabilidad humana

El hombre fue creado con capacidad de elección, de obedecer o rebelarse, lo que constituye su responsabilidad moral. Dios lo puso a prueba, no como un experimento, sino como parte de su dignidad como criatura racional:

"He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida..."
(Deuteronomio 30:19)

El pecado no es la existencia del libre albedrío, sino su mal uso. Por eso, la redención no implica anular la voluntad del hombre, sino restaurarla. Cristo, el hombre perfecto, se somete libremente al Padre (Filipenses 2:8) y recupera para la humanidad el verdadero ejercicio de la voluntad recta.

6. El alma no sobrevive a la muerte: muere el hombre entero

Cuando el aliento regresa a Dios, el alma deja de existir. El hombre no entra en otro plano consciente sino que muere realmente:

"Porque el que se ha muerto, ha sido justificado del pecado."
(Romanos 6:7)
"Los muertos nada saben... su memoria es puesta en olvido."
(Eclesiastés 9:5)

La esperanza del creyente no es la supervivencia del alma, sino la resurrección del ser completo (cuerpo, vida, conciencia) por el poder de Dios. No se trata de que el alma viaje mientras el cuerpo espera, sino de que Dios conserva la identidad y restaurará la vida integral del hombre en la resurrección.

7. Conclusión: El hombre es carne viviente creada por Dios, no espíritu encarnado

Este foro parte de una premisa fundamental: El hombre es carne viviente, no un alma que habita un cuerpo.
No fue creado mortal, sino para vivir. Su destino eterno no se sostiene en una supuesta inmortalidad natural, sino en la promesa de resurrección en Cristo.
La vida es un don, y su pérdida por el pecado es real, total y trágica. La buena noticia del evangelio es que el Creador ha provisto un nuevo Hombre, el postrer Adán, para que el que en él cree, aunque esté muerto, viva.
 
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