Salmo51

Administrador
Empezamos afirmando el fin definitivo del calvinismo… pero ¿por qué?

Porque entendemos que el calvinista ama la verdad por encima de todo.

El que abrazó el calvinismo no lo hizo por conveniencia ni por ligereza, sino porque creyó, con convicción honesta, que esa era la interpretación más fiel a la Palabra de Dios.

El calvinista valoró la centralidad de Dios, la soberanía divina, la gloria del Creador, y rechazó sin vergüenza todo lo que oliera a autosalvación, mérito humano o evangelio aguado.

Y eso es admirable.

Pero el fin del calvinismo no supone, de ningún modo, el fin de los que hoy se declaran calvinistas.
Todo lo contrario.

Quienes han sido fieles a las Escrituras y han amado la soberanía de Dios, ahora están mejor posicionados que nadie para dar el siguiente paso.
Porque han cultivado una conciencia sensible al error doctrinal y una disposición humilde a reformarse bajo la luz de la Palabra.

El verdadero calvinista no teme abandonar un sistema si la Escritura lo llama a algo más alto.
Y no hay gloria perdida en abandonar una estructura teológica si eso significa abrazar una verdad aún más clara, más simple y más bíblica.

Por eso decimos con convicción que el calvinismo ha llegado a su fin, pero los cristianos hoy confesos calvinistas seguirán más firmes que nunca.

Y, de hecho, una de las razones más fuertes para afirmar este fin está justamente en esa pasión calvinista por la verdad sistemática.
Porque ese compromiso con la coherencia, con la fidelidad doctrinal y con el estudio riguroso de las Escrituras es lo que, ante una revisión tan clara y contundente como la que hoy se presenta, hará que el sistema entero se desmorone desde dentro, no por ataques externos, sino por el sinceramiento honesto de sus propios adherentes.

El verdadero calvinista no se aferra a etiquetas, sino a la verdad de Dios.
Y cuando esa verdad brilla con nueva claridad, como el sol que disipa las brumas de la madrugada, no se resiste a ella, sino que se rinde con gozo, sabiendo que Dios es más justo, más sabio y más glorioso de lo que su sistema alcanzó a mostrar.
 
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