Salmo51

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Así como en Adán TODOS mueren sin hacer nada, EN Cristo TODOS son redimidos sin hacer nada tampoco...

Amados hermanos y hermanas en la fe,

La grandeza del plan redentor de Dios, revelada en las Sagradas Escrituras, a menudo se ve simplificada o malentendida en su alcance y profundidad. Es mi convicción, y deseo sea también la vuestra al finalizar esta exposición, que la Palabra de Dios nos enseña una verdad sublime: así como la condenación y la muerte alcanzaron a toda la humanidad por la acción de un solo hombre, Adán, la redención de Cristo, en su naturaleza fundamental, también abarca a todos los hombres, estableciendo un nuevo pacto de señorío bajo Su autoridad y no bajo la maldición de la Ley. No es una salvación universal e incondicional, sino una redención universal del poder absoluto de la muerte y la antigua condena legal, que habilita el juicio justo del Hijo sobre toda la creación.

Para desentrañar esta verdad, nos sumergiremos en las profundidades del canon de 66 libros, buscando la luz que solo la revelación divina puede ofrecer.

I. La Condenación de Adán: Una Realidad Universal e Ineludible

La Escritura es tajante: la transgresión de Adán sumió a toda la humanidad en el pecado y en su consecuencia más inmediata, la muerte. No fue necesario que cada individuo pecara en el Edén para heredar la condenación y la mortalidad.
  • Romanos 5:12 es la piedra angular de esta verdad: "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron." La muerte y la corrupción se extendieron como una plaga hereditaria.
  • Romanos 5:18a lo reafirma con claridad irrefutable: "Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres..."
  • La muerte física que experimentamos es la confirmación visible de esta sentencia divina (Génesis 2:17). Dios declaró que el hombre ciertamente moriría, y Su palabra es inquebrantable. La serpiente prometió lo contrario (Génesis 3:4), pero Dios no miente (Números 23:19). El hombre debe morir porque así lo determinó la justicia divina. Esta es una realidad que nadie puede evadir por mérito propio.
En Adán, la humanidad entera cayó, no por actos individuales de cada ser humano al nacer, sino por la imputación de la transgresión de nuestro padre cabeza. La pena de muerte se cernió sobre todos, sin que nadie hiciera nada para merecerla en su propio origen.

II. La expiación de Cristo: Un alcance universal que libera del yugo de la muerte y la Ley

Así como la condenación de Adán tuvo un alcance universal, la expiación de Cristo, en un sentido profundo y fundamental, también lo tiene. Su obra en la cruz no es meramente para un grupo selecto, sino que aborda la condición caída de toda la humanidad ante la Ley y el poder de la muerte.
  • La suficiencia infinita de su sacrificio: 1 Juan 2:2 declara: "Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo." Esto significa que el valor del sacrificio de Cristo es ilimitado y suficiente para cubrir los pecados de cada ser humano que ha existido. No hay un solo pecado que Su sangre no pueda expiar.
  • Liberación del poder de la muerte y la maldición de la Ley: Cristo vino a despojar a la muerte de su aguijón y al diablo de su poder (1 Corintios 15:55-57; Hebreos 2:14-15). Él no vino para que no muriéramos físicamente –porque eso invalidaría la palabra de Dios y la Ley– sino para que no permaneciéramos muertos bajo el dominio del pecado. Él nos libra de la esclavitud de la muerte, de la condenación eterna, y del juicio bajo la antigua Ley.
    • Gálatas 3:13: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición." Su muerte fue el pago, el cumplimiento de la ley para todos los hombres, sacándolos de su dominio para ponerlos bajo un nuevo Señorío.
    • Romanos 8:2: "Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte." Esta liberación es una realidad para todos aquellos que son injertados en Cristo por el Espíritu, y establece un nuevo marco de relación con Dios para toda la humanidad.
  • La compra a la muerte y la resurrección universal: El que peca debe pagar con su vida. Cristo, sin pecado (2 Corintios 5:21), entregó Su vida en pago por todos nosotros. Él nos "compró" de la muerte (1 Corintios 6:20), lo que le da el derecho absoluto sobre la vida y el destino de cada ser humano.
    • Esta compra es tan universal que asegura la resurrección de todos los hombres. Jesús mismo afirmó en Juan 5:28-29: "No os asombréis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación."
    • Nadie resucita sin que la obra de Cristo sobre la muerte lo haga posible. La resurrección misma de los "injustos" para condenación es una demostración del señorío de Cristo sobre la muerte y de que el primer Adán ya no tiene la última palabra sobre el destino del hombre.

III. El juicio del Hijo: Soberanía, elección y separación

Habiendo sido redimida la humanidad de la condenación directa bajo la Ley y del poder final de la muerte por el sacrificio de Cristo, todo juicio ha sido delegado al Hijo (Juan 5:22). Esto es crucial: ya no somos juzgados por la Ley mosaica en sí misma, sino por nuestra relación con el Señor Jesucristo. La humanidad entera es trasladada al ámbito del juicio y señorío del Hijo, un reino donde ya no opera la maldición literal de la Ley, sino la gracia y la verdad de Cristo.
  • Colosenses 1:13 afirma que Dios "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo." Este "traslado" es el acto soberano de Dios al poner a toda la humanidad bajo la jurisdicción de Su Hijo, haciendo que el juicio final sea a través de Él y no bajo el antiguo pacto.
  • Sin embargo, este señorío universal de Cristo y la liberación de la muerte para la resurrección no se traduce en una salvación eterna automática para todos. El Señorío de Cristo, adquirido por precio (1 Corintios 6:20), le otorga la prerrogativa de separar a los redimidos para su destino final.
    • Mateo 7:21-23: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos... Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad."
    • Mateo3 25:31-46 ilustra el juicio final donde el Hijo del Hombre, en su trono de gloria, separará a las "ovejas" de los "cabritos," enviando a unos a la vida eterna y a otros al castigo eterno.
    • Esta separación no es "acepción de personas" en el sentido de favoritismo injusto, sino la justa aplicación del señorío de Cristo basado en Su sacrificio. Él tiene misericordia de quien quiere tenerla y endurece a quien quiere endurecer (Romanos 9:18), pero lo hace desde una posición de haber comprado a toda la humanidad para Sí mismo.

Conclusión: El camino único de la fe en el heredero universal

Así como la mancha de Adán nos alcanzó a todos sin nuestro consentimiento, la obra redentora de Cristo alcanza a toda la humanidad para liberarla de la condena directa bajo la Ley y asegurar su resurrección para juicio bajo el señorío del Hijo. Sin embargo, esta redención fundamental no es sinónimo de salvación final y eterna para todos.

La vida eterna y la entrada al reino celestial son para aquellos que, por fe, reconocen el señorío de Cristo, confían en Su obra expiatoria y responden en obediencia. Todos resucitarán porque Cristo venció a la muerte. Pero solo aquellos que están en Cristo por fe experimentarán la resurrección para vida y el gozo de la presencia de Dios. El camino de la salvación es único: pasa exclusivamente por Jesucristo, el único Heredero y el Señor de todos.

Espero que esta exposición, anclada firmemente en las Escrituras, invite a una reflexión profunda y a una comprensión más plena del glorioso evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
 
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