Salmo51

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El error fundamental del calvinismo está en interpretar la soberanía de Dios dentro del entorno judicial de la ley, cuando en realidad, la soberanía que salva se manifiesta fuera de ese entorno, bajo el señorío redentor de Cristo.

Dios no ejerce su elección dentro del marco legal donde reina la justicia imparcial de la ley, sino fuera de ese marco, después de haberlo satisfecho por medio de la muerte del Hijo.

Bajo la ley, Dios no puede salvar arbitrariamente

El entorno legal que opera en el Padre es un entorno de justicia ciega, donde no hay lugar para excepciones:
"Dios no hace acepción de personas" (Hechos 10:34; Romanos 2:11)
En este entorno, todo aquel que ha pecado debe morir (Romanos 6:23). No importa si pecó mucho o poco. El pecado exige muerte. Bajo la ley, Dios no puede perdonar sin antes satisfacer la justicia.

Por eso Cristo debe pagar el precio: Para redimir, no para reformar

Dios no reforma a los caídos, los redime.
Y lo hace pagando el precio de esta redención.
Y ese precio es la muerte, no una renovación interior:

“Porque el Hijo del Hombre vino a dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45)
La muerte de Cristo no salva al pecador vivo de morir sino que compra al pecador muerto para poder resucitarlo.
Lo compra para sacarlo de la jurisdicción de la ley y trasladarlo al reino y señorío de Cristo:

"...nos libró de la potestad de las tinieblas, y nos trasladó al reino de su amado Hijo" (Colosenses 1:13)

La GRACIA no es irresistible: Es soberana porque no consulta

El calvinismo nos habla de una gracia irresistible, como si el hombre pudiera oponerse a ella o en algún sentido colaborar.
Pero la verdadera gracia actúa sobre muertos y no sobre enfermos que deciden:

"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados" (Efesios 2:1)
Los muertos no se resisten. No obran, no deciden, no creen. Están pagando con su vida el justo juicio de Dios.
Por eso, cuando Cristo los redime, lo hace sin consultarles. Los compra, los posee, y los separa luego a su arbitrio.

El Hijo puede separar porque paga

Bajo la ley, el Padre no podía hacer acepción.
Pero el Hijo sí puede.
Porque ya pagó por todos, y ahora le pertenece todo lo que rescató:

"...y habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de él reconciliar consigo todas las cosas..." (Colosenses 1:20)
"Para esto Cristo murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven" (Romanos 14:9)
Cristo, al ser Señor por haber pagado, puede elegir entre los suyos.
Esta elección no es bajo ley, sino por propiedad.
No depende del mérito de los redimidos, sino del deseo soberano del Señor de toda carne:

“Tendré misericordia del que yo tenga misericordia” (Éxodo 33:19)

Conclusión

La elección soberana de Dios no es una elección legal sino redentora.
No ocurre dentro del juicio, sino después del juicio, cuando Cristo ya lo ha pagado todo.
La gracia no se impone a la fuerza porque no necesita convencer a nadie.
Opera sobre muertos, redime con precio y separa por voluntad propia.

Esto no es calvinismo, es el glorioso evangelio del señorío de Cristo:

"Consumado es." (Juan 19:30)
 
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