La doctrina calvinista de la “gracia irresistible” afirma que Dios aplica su gracia salvadora únicamente a los elegidos, y que esta gracia actúa con poder tal que el elegido no puede resistirla ni rechazarla.
Pero esta visión niega la realidad de la muerte del hombre, el carácter universal de la redención en Cristo, y el verdadero señorío soberano del Hijo de Dios.
1. El asunto no puede pasar por si el hombre quiere o no. ¿No era que estaba muerto?
El calvinismo plantea la salvación como un conflicto entre la voluntad del hombre y la voluntad de Dios.
Pero un muerto no puede querer ni rechazar nada.
Está muerto.
Ha sido juzgado por la ley y sentenciado. Está muerto.
La Escritura no dice que el hombre este “enfermo” o “alejado” sino:
La gracia no vence la voluntad del pecador: Vence a la muerte que es el castigo justo por el pecado.
La redención no convence, resucita.
2. La gracia no es una fuerza mágica: es un acto soberano de sustitución
Cristo no vino a convencer a pecadores para que se arrepientan. Vino a reemplazarlos legalmente, tomando su lugar y pagando su deuda de muerte:
No se trata de si lo aceptan o no, sino de que ya están muertos y solo el que tiene poder sobre la muerte puede redimirlos:
3. La gracia es universal, pero la elección es del Señor, no del pecador
La Escritura afirma con claridad que Cristo murió por todos:
4. El juicio del Hijo es conforme a su voluntad y autoridad, no a la ley
Bajo la ley, no hay lugar para la elección. Todos son culpables. Pero Cristo no juzga bajo la ley del Padre, sino como Rey sobre los redimidos. Es Señor, y tiene poder para elegir y desechar entre los que compró. No hay mérito humano, ni resistencia, ni aceptación que valga: la salvación final es decisión del Señor:
5. Conclusión: La gracia calvinista no es gracia, es magia elitista
La gracia irresistible es una falsificación.
Presenta la gracia como una fuerza mágica aplicada solo a unos pocos “escogidos” que no pueden resistirla.
Pero el evangelio no es un hechizo para vencer rebeldes, sino una obra perfecta y universal de sustitución.
Dios no pide permiso para redimir, ni consulta al hombre muerto.
La redención se hace por poder y por derecho.
La elección para el Reino, en cambio, no es por reforma ni regeneración psicológica, sino por separación soberana del Señor Jesús, Señor de vivos, no de muertos.
Pero esta visión niega la realidad de la muerte del hombre, el carácter universal de la redención en Cristo, y el verdadero señorío soberano del Hijo de Dios.
1. El asunto no puede pasar por si el hombre quiere o no. ¿No era que estaba muerto?
El calvinismo plantea la salvación como un conflicto entre la voluntad del hombre y la voluntad de Dios.
Pero un muerto no puede querer ni rechazar nada.
Está muerto.
Ha sido juzgado por la ley y sentenciado. Está muerto.
La Escritura no dice que el hombre este “enfermo” o “alejado” sino:
Por lo tanto, no hay una voluntad que pueda resistir.“Muertos en vuestros delitos y pecados…” (Efesios 2:1)
La gracia no vence la voluntad del pecador: Vence a la muerte que es el castigo justo por el pecado.
La redención no convence, resucita.
2. La gracia no es una fuerza mágica: es un acto soberano de sustitución
Cristo no vino a convencer a pecadores para que se arrepientan. Vino a reemplazarlos legalmente, tomando su lugar y pagando su deuda de muerte:
La gracia no “vence” la resistencia del pecador. Lo deja morir y lo sustituye. El evangelio no es una operación psicológica, sino jurídica. El Hijo cumple la ley y paga la deuda en nombre de los hombres.“Cristo murió por nuestros pecados” (1 Corintios 15:3)
“El justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18)
No se trata de si lo aceptan o no, sino de que ya están muertos y solo el que tiene poder sobre la muerte puede redimirlos:
“Yo soy el que vivo; y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” (Apocalipsis 1:18)
3. La gracia es universal, pero la elección es del Señor, no del pecador
La Escritura afirma con claridad que Cristo murió por todos:
“Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1 Juan 2:2)
Pero una cosa es la redención, y otra es la elección para el Reino. Todos los redimidos serán resucitados, pero no todos entrarán al Reino. Allí entra en acción el juicio del Hijo:“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron” (2 Corintios 5:14)
“Y cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria… apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (Mateo 25:31-32)
4. El juicio del Hijo es conforme a su voluntad y autoridad, no a la ley
Bajo la ley, no hay lugar para la elección. Todos son culpables. Pero Cristo no juzga bajo la ley del Padre, sino como Rey sobre los redimidos. Es Señor, y tiene poder para elegir y desechar entre los que compró. No hay mérito humano, ni resistencia, ni aceptación que valga: la salvación final es decisión del Señor:
“Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (Romanos 9:15)
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos...” (Mateo 7:21)
5. Conclusión: La gracia calvinista no es gracia, es magia elitista
La gracia irresistible es una falsificación.
Presenta la gracia como una fuerza mágica aplicada solo a unos pocos “escogidos” que no pueden resistirla.
Pero el evangelio no es un hechizo para vencer rebeldes, sino una obra perfecta y universal de sustitución.
Dios no pide permiso para redimir, ni consulta al hombre muerto.
La redención se hace por poder y por derecho.
La elección para el Reino, en cambio, no es por reforma ni regeneración psicológica, sino por separación soberana del Señor Jesús, Señor de vivos, no de muertos.
“Mi es la venganza; yo daré el pago, dice el Señor” (Romanos 12:19)
“A fin de que en todo tenga la preeminencia.” (Colosenses 1:18)