Salmo51

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Humanidad... ¿Qué es realmente?

Una de las afirmaciones más repetidas por la tradición es que “Jesús tomó su humanidad de María”.
La frase suena piadosa, parece respetar la encarnación, pero... ¿qué significa en realidad?
Para muchos, esa expresión quiere decir que Jesús heredó su naturaleza humana de María, pero... ¿a que se refieren con naturaleza humana?
Pero esa suposición encierra una profunda confusión: Confundir humanidad con sustancia.


1. "Hombre" no es sustancia, sino una "forma" aplicada sobre una sustancia


Dios no dijo: "Sea el polvo, y que el polvo se convierta en hombre". No.
"Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra..." (Génesis 2:7)
El polvo no es el hombre.
El polvo fue la sustancia base, pero no tenía humanidad por sí mismo.
Lo que hizo al hombre hombre fue la forma aplicada sobre esa sustancia.
Y esa forma no era accidental, ni material, ni biológica: era una idea en Dios, un diseño preexistente.
Un diseño en torno a la imagen d Dios.
En otras palabras: el hombre es el resultado de una forma aplicada a una sustancia, no la sustancia misma.
Y esa forma es lo que llamamos "humanidad".


2. Analogía cotidiana: El cuchillo no es el metal, sino la forma aplicada al metal


Imaginemos un cuchillo.
Podés hacer cuchillos de metal, de cerámica, de plástico o hasta de madera.
Lo que hace a ese objeto un cuchillo no es la sustancia, sino la forma que se le imprime.

El cuchillo es una clase de objeto, una idea, un propósito, un molde. Su funcionalidad no depende de su sustancia, sino de su diseño.

Igualmente, el hombre es una forma, no un tipo de barro. Lo que Dios creó en el principio fue una estructura viviente prediseñada para representar su imagen y cumplir un propósito relacional y moral. Esa es la "humanidad".


3. El diseño del hombre está en Dios, no en la tierra


Cuando Dios forma al hombre, no lo está copiando de otra cosa ni improvisando.
Está usando un modelo que él mismo concibió.
Y ese modelo queda establecido como "hombre".

  • El primer hombre fue hecho del polvo.
  • La mujer fue hecha del hombre, no de tierra.
  • Los hijos nacen de la unión de hombre y mujer.
Pero en todos esos casos, lo que se transmite no es sólo materia, sino forma organizada sobre esa materia.
Por eso, la humanidad no es sustancia sino diseño.


4. El segundo hombre: misma forma, diferente sustancia


Pablo dice algo poderoso:
"El primer hombre es de la tierra, terreno; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo." (1 Corintios 15:47)
Notemos: ambos son llamados "hombre". Pero su sustancia de origen es radicalmente distinta.
  • Adán: tierra formada por Dios, con soplo de vida.
  • Jesús: Verbo eterno formado por Dios como hombre, con vida en sí mismo.
A ambos se les aplica el mismo molde.
La humanidad que tienen y comparten es la "forma", aunque la sustancia es distinta.
Y eso es suficiente para que Jesús sea llamado hombre verdadero, sin necesidad de recibir sustancia carnal de María.


5. La reproducción natural transmite forma y sustancia: ¿qué pasa con Jesús?


Cuando un hijo nace, recibe dos cosas de sus padres:
  • La forma humana.
  • La sustancia viviente.
Pero Jesús no recibe ni forma ni sustancia por vía de la procreación natural de nuestra especie:
  • La forma humana le es dada directamente por Dios, como a Adán.
  • La sustancia es el mismo Verbo eterno vivo.
Por eso se lo llama el "segundo hombre": no es un hombre como los demás, sino el segundo formado directamente por Dios según el molde humano original.

6. El Verbo fue hecho carne, no mezclado con carne


Cuando decimos que el Verbo fue hecho carne (Juan 1:14), no decimos que el Verbo fue unido a un embrión humano o mezclado con una sustancia humana femenina. Decimos que el Verbo, teniendo ya vida en sí mismo, fue formado como hombre según el diseño que estaba en Dios.

El cuchillo no necesita ser de acero para cortar.
El hombre no necesita ser de tierra para ser hombre.
Y Jesús no necesita carne de María para tener humanidad verdadera.


La humanidad no es sustancia heredada. Es forma divina aplicada. Y ese molde, el mismo que usó Dios con Adán, fue aplicado al Verbo eterno, para que en él habite toda la plenitud corporalmente.

Así se abre el camino para entender la verdadera unión del cielo con la tierra: no por mezcla de naturalezas, sino por la sujeción del Verbo a la forma humana, tal como veremos en Filipenses 2.
 
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