Sí… pero solo hasta que interviene Dios.
La perdición del hombre, tal como fue decretada por Dios en el Edén, es absolutamente irreversible por medios humanos.
Cuando Dios dijo: “el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17), emitió una sentencia legal, no simbólica, que activaba una condena sin cláusulas de apelación, sin excepciones, sin reversión prevista dentro de ese sistema.
La perdición no es simplemente un extravío moral que se puede corregir con tiempo o buenas intenciones. Es una pérdida total del derecho a vivir. La condena fue muerte real y total.
Como enseña Ezequiel 18:4: “El alma que pecare, esa morirá.”
Y como enfatiza Hebreos 9:27: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.”
Esto implica que una vez caído el hombre bajo la Ley, la justicia de Dios demanda que se consuma la pena sin retorno posible.
Por eso no existe en la Ley de Génesis ninguna provisión para restaurar al hombre.
No hay redención posible dentro del pacto original.
No hay “arrepentimiento” en el sistema legal: solo hay cumplimiento de la sentencia.
Pero lo que para el hombre es imposible, para Dios no lo es (Mateo 19:26).
Dios mismo introduce un nuevo sistema fuera de la Ley: la Gracia.
Una justicia aparte (Romanos 3:21), que no nace del hombre ni se sustenta en su obediencia, sino que se origina en la vida, muerte y resurrección de su Hijo.
Por eso, la única manera en que la perdición puede ser revertida es si el hombre muere verdaderamente (paga la pena) y resucita por medio de Cristo, quien murió de verdad en su lugar.
Romanos 6:6-7 dice: “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él… porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado.”
Cristo no vino para evitar que muramos, sino para que muriéramos con Él y así se cumpliera la sentencia de la Ley de forma legal, pero en sustitución.
Por eso dijo en la cruz: “Consumado es” (Juan 19:30).
Es decir: la deuda fue saldada completamente.
En conclusión, la perdición es irreversible desde la Ley, pero reversible por Gracia, si esa pena se cumple en Cristo mediante la fe.
No hay reforma posible del viejo hombre, ni esperanza dentro del sistema legal original.
Pero en Cristo, el hombre puede morir judicialmente con Él y ser hecho nuevo, no reformado, sino nacido de nuevo (Juan 3:3–6).
Y esa es la única salida que Dios mismo proveyó.
La perdición del hombre, tal como fue decretada por Dios en el Edén, es absolutamente irreversible por medios humanos.
Cuando Dios dijo: “el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17), emitió una sentencia legal, no simbólica, que activaba una condena sin cláusulas de apelación, sin excepciones, sin reversión prevista dentro de ese sistema.
La perdición no es simplemente un extravío moral que se puede corregir con tiempo o buenas intenciones. Es una pérdida total del derecho a vivir. La condena fue muerte real y total.
Como enseña Ezequiel 18:4: “El alma que pecare, esa morirá.”
Y como enfatiza Hebreos 9:27: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.”
Esto implica que una vez caído el hombre bajo la Ley, la justicia de Dios demanda que se consuma la pena sin retorno posible.
Por eso no existe en la Ley de Génesis ninguna provisión para restaurar al hombre.
No hay redención posible dentro del pacto original.
No hay “arrepentimiento” en el sistema legal: solo hay cumplimiento de la sentencia.
Pero lo que para el hombre es imposible, para Dios no lo es (Mateo 19:26).
Dios mismo introduce un nuevo sistema fuera de la Ley: la Gracia.
Una justicia aparte (Romanos 3:21), que no nace del hombre ni se sustenta en su obediencia, sino que se origina en la vida, muerte y resurrección de su Hijo.
Por eso, la única manera en que la perdición puede ser revertida es si el hombre muere verdaderamente (paga la pena) y resucita por medio de Cristo, quien murió de verdad en su lugar.
Romanos 6:6-7 dice: “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él… porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado.”
Cristo no vino para evitar que muramos, sino para que muriéramos con Él y así se cumpliera la sentencia de la Ley de forma legal, pero en sustitución.
Por eso dijo en la cruz: “Consumado es” (Juan 19:30).
Es decir: la deuda fue saldada completamente.
En conclusión, la perdición es irreversible desde la Ley, pero reversible por Gracia, si esa pena se cumple en Cristo mediante la fe.
No hay reforma posible del viejo hombre, ni esperanza dentro del sistema legal original.
Pero en Cristo, el hombre puede morir judicialmente con Él y ser hecho nuevo, no reformado, sino nacido de nuevo (Juan 3:3–6).
Y esa es la única salida que Dios mismo proveyó.