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Elección incondicional: ¿Cómo elige Dios a quién salvar?
Dios no elige a quién salvar.
En el esquema calvinista, se enseña que antes de la creación del mundo, Dios eligió a algunos para salvación y dejó al resto para condenación. Esta elección se basa únicamente en su voluntad, no en méritos ni decisiones humanas. Los arminianos, en cambio, afirman que Dios elige condicionalmente, basándose en la fe prevista del individuo.
Pero… ¿por qué deben hablar de elección?
Porque ambas posturas ven la salvación como un proceso de un solo nivel: o sos salvo, o no. Y como no todos se salvan, deben explicar cómo se decide quién sí y quién no. Entonces se "matan" teológicamente para inventar de qué manera se eligen los salvos.
¿Qué dice la Escritura?
La Biblia no presenta a la salvación como un "proceso de selección previa", sino como una intervención gloriosa de Dios a favor de todos los hombres, para sacar a la humanidad entera de un estado condenado y sin esperanza.
"Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres" (Tito 2:11).
"El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2:4).
Un Dios que elige a TODOS
Dios no desecha a nadie. Su elección no se trata de seleccionar entre unos y otros, sino de crear un camino nuevo fuera del viejo hombre para que todos tengan acceso a la vida.
El Padre nos elige a todos en el Hijo…
…y luego es el Hijo, como Señor humano, quien ejerce el juicio.
No es el Padre quien elige quién resucita, porque todos lo harán (Juan 5:28-29), sino el Hijo quien separa a los que lo harán para vida eterna y a los que lo harán para condenación (Mateo 25:31-46).
La elección arbitraria que le asignan al Padre en realidad no es del Padre, sino del Hijo. Y no bajo el primer pacto y la Ley, sino bajo el nuevo pacto en su sangre y su señorío humano adquirido con su muerte.
"El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo" (Juan 5:22).
"El Hijo del Hombre vendrá... y apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos" (Mateo 25:31-32).
Entonces, ¿hay elección?
Sí. Pero no del Padre antes de la fundación del mundo, sino del Hijo como Señor glorificado.
Pero no todos son aprobados por el Hijo...
La condenación final no ocurre por la corrupción heredada de Adán, de la cual todos han sido redimidos en la cruz. La condenación ocurre por la desobediencia consciente al Señor Jesucristo, por la contumacia ante su gracia, por rechazar su palabra y resistir su autoridad.
"Por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti ira para el día de la ira" (Romanos 2:5).
"El que no obedeciere al evangelio del Señor Jesucristo, será castigado con eterna perdición" (2 Tesalonicenses 1:8-9).
La decisión final es del Señor, no de una ley ciega.
En el nuevo pacto, ya no estamos bajo ley, sino bajo gracia y bajo Señor:
"Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Romanos 6:14).
Y bajo el Señorío del Hijo, el juicio no es impersonal, sino soberano, justo y final:
"Mía es la venganza; yo daré el pago, dice el Señor" (Romanos 12:19).
En resumen:
Dios no elige a quién salvar.
En el esquema calvinista, se enseña que antes de la creación del mundo, Dios eligió a algunos para salvación y dejó al resto para condenación. Esta elección se basa únicamente en su voluntad, no en méritos ni decisiones humanas. Los arminianos, en cambio, afirman que Dios elige condicionalmente, basándose en la fe prevista del individuo.
Pero… ¿por qué deben hablar de elección?
Porque ambas posturas ven la salvación como un proceso de un solo nivel: o sos salvo, o no. Y como no todos se salvan, deben explicar cómo se decide quién sí y quién no. Entonces se "matan" teológicamente para inventar de qué manera se eligen los salvos.
¿Qué dice la Escritura?
La Biblia no presenta a la salvación como un "proceso de selección previa", sino como una intervención gloriosa de Dios a favor de todos los hombres, para sacar a la humanidad entera de un estado condenado y sin esperanza.
"Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres" (Tito 2:11).
"El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2:4).
Un Dios que elige a TODOS
Dios no desecha a nadie. Su elección no se trata de seleccionar entre unos y otros, sino de crear un camino nuevo fuera del viejo hombre para que todos tengan acceso a la vida.
- Crea la Gracia como una justicia aparte de la Ley, exclusiva para el hombre (Romanos 3:21-22).
- Envía al Verbo como un nuevo y postrer Adán a vivir, obedecer, morir y resucitar (1 Corintios 15:45).
- En la cruz, muere por todos nosotros, redimiéndonos de la Ley y del pecado (Gálatas 3:13).
- Nos pone bajo el señorío del Hijo (Romanos 14:9).
El Padre nos elige a todos en el Hijo…
…y luego es el Hijo, como Señor humano, quien ejerce el juicio.
No es el Padre quien elige quién resucita, porque todos lo harán (Juan 5:28-29), sino el Hijo quien separa a los que lo harán para vida eterna y a los que lo harán para condenación (Mateo 25:31-46).
La elección arbitraria que le asignan al Padre en realidad no es del Padre, sino del Hijo. Y no bajo el primer pacto y la Ley, sino bajo el nuevo pacto en su sangre y su señorío humano adquirido con su muerte.
"El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo" (Juan 5:22).
"El Hijo del Hombre vendrá... y apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos" (Mateo 25:31-32).
Entonces, ¿hay elección?
Sí. Pero no del Padre antes de la fundación del mundo, sino del Hijo como Señor glorificado.
- Todos somos comprados por su sangre (2 Pedro 2:1).
- Todos han sido liberados de la Ley y del pecado (Romanos 6:14; 7:4).
Pero no todos son aprobados por el Hijo...
La condenación final no ocurre por la corrupción heredada de Adán, de la cual todos han sido redimidos en la cruz. La condenación ocurre por la desobediencia consciente al Señor Jesucristo, por la contumacia ante su gracia, por rechazar su palabra y resistir su autoridad.
"Por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti ira para el día de la ira" (Romanos 2:5).
"El que no obedeciere al evangelio del Señor Jesucristo, será castigado con eterna perdición" (2 Tesalonicenses 1:8-9).
La decisión final es del Señor, no de una ley ciega.
En el nuevo pacto, ya no estamos bajo ley, sino bajo gracia y bajo Señor:
"Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Romanos 6:14).
Y bajo el Señorío del Hijo, el juicio no es impersonal, sino soberano, justo y final:
"Mía es la venganza; yo daré el pago, dice el Señor" (Romanos 12:19).
En resumen:
- Dios elige a todos creando una nueva justicia fuera de la ley.
- El Hijo compra a todos y los libera legalmente.
- El juicio no es legal, sino real y personal: el Señor decide.