Salmo51

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La Realidad de la Carne
Lo que nuestros sentidos, nuestra psicología y nuestra experiencia nos grita.
Es el "cuerpo de muerte", la inclinación al pecado, la evidencia de que seguimos siendo, en nuestra naturaleza, caídos.


La Realidad del Decreto
Lo que la Palabra de Dios proclama como verdad judicial y posicional sobre nosotros, basada en la obra consumada de Cristo.
Es el hecho de que "morimos con Él", que "el pecado no se enseñoreará de nosotros", que "somos nuevas criaturas".


El error del misticismo es intentar encontrar evidencia de la Realidad del Decreto dentro de la Realidad de la Carne.
Pero eso es imposible.

La fe como el puente entre estas dos realidades


La fe no es un sentimiento sino una la facultad que nos permite operar y vivir en base a la Realidad del Decreto, a pesar de la evidencia contradictoria de la Realidad de la Carne.

Los ojos de la carne ven las olas y el viento y gritan: "¡Me hundo! ¡El pecado me va a dominar!".
Los oídos del espíritu escuchan la proclama de Cristo: "VEN", "El pecado no se enseñoreará de ti".

La fe es el acto de poner el pie fuera de la barca.

Es la decisión consciente de actuar y vivir de acuerdo a la Realidad Decretada por Dios, y no según la realidad que experimentamos.

La fe es la facultad que "monta" la vida natural de Cristo sobre nuestra vida natural.
No la reemplaza físicamente, sino que la superpone como la realidad operativa, la que tiene la verdadera autoridad.
 
Vivir el futuro en el presente

Adelantar lo que mas adelante verdaderamente viviremos.
Vivir ahora, por fe, la realidad que nos pertenecerá plenamente en el futuro.
No nos transformamos ontológicamente hoy, pero por fe, podemos acceder y experimentar los beneficios y el poder de la transformación que ya es nuestra legalmente en Cristo.

El arrepentimiento, la muerte, la resurrección y la vida nueva no "existen" como eventos ontológicos en nuestra carne.
Son, artículos de fe.
Son hechos consumados por Cristo, que se vuelven una realidad funcional para nosotros solo cuando los creemos y actuamos sobre ellos.

Es el llamado radical del Evangelio.
"Andar por fe, no por vista".

La vida por fe: Caminando sobre la Realidad Decretada

Una vez que somos unidos a Cristo por la fe, ¿qué cambia?
La respuesta tradicional habla de una regeneración interna, una nueva naturaleza que combate a la vieja.
Pero esta visión choca con la experiencia innegable que describe el apóstol Pablo: la de seguir habitando un "cuerpo de muerte" (Romanos 7:24).

¿Es el Evangelio una contradicción?
¿Somos nuevas criaturas o seguimos siendo esclavos?

La vida cristiana es una tensión entre dos realidades:

  1. La Realidad Carnal: Nuestra experiencia diaria, nuestros sentidos, nuestras luchas, la evidencia de que nuestra naturaleza caída sigue presente y activa.
  2. La Realidad Decretada: La verdad judicial proclamada por Dios basada en la obra consumada de Cristo. El único que murió de verdad fue Él; el único que resucitó fue Él. Pero su muerte y resurrección son ahora, por decreto, nuestra muerte y resurrección.
El Evangelio no es una mentira piadosa.
Es la proclamación de esta Realidad Decretada, la cual, para Dios, es más fundamental que nuestra experiencia.
Es Dios, que "llama las cosas que no son, como si fuesen" (Romanos 4:17).

Esto crea el conflicto central de la vida cristiana: una guerra entre la evidencia de los ojos de la carne y la convicción de la Palabra de Dios.
Y es aquí donde la fe se revela en su verdadera función.
La fe no es un sentimiento místico; es la decisión consciente de actuar y vivir de acuerdo a la Realidad Decretada, a pesar de las protestas de la Realidad Carnal.

De nuevo... la fe es la facultad que "monta" la vida perfecta de Cristo sobre nuestra vida natural como una vida espiritual.

Al hacer esto, la fe "adelanta" la realidad futura.
No nos transformamos en nuestra carne hoy, pero por fe, experimentamos el poder y la autoridad de la transformación que será nuestra en la resurrección.
Cuando la Palabra decreta "el pecado no se enseñoreará de vosotros", no es una descripción de nuestra carne, sino una proclama de autoridad de nuestro nuevo Rey.
Y la fe es el acto de someternos a esa autoridad y caminar sobre esa palabra, como Pedro caminó sobre el agua.

Por esto, sin fe es imposible agradar a Dios.
Porque sin fe, permanecemos confinados a la realidad de la carne, ignorando la verdad superior que Dios ha decretado sobre nosotros en la persona de SU Hijo.
 
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