Cristo no evita la muerte: La vence
1. No vino a impedir que muramos
Muchos imaginan que Jesús vino al mundo para que “no tengamos que morir”.Pero eso es teológicamente incorrecto.
Dios había dicho:
“el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).
Esa sentencia no puede ser evitada. No hay perdón dentro de la ley original. La única forma de respetar la justicia divina es que la muerte se cumpla.
Cristo no anula esa justicia.
Se somete a ella.
“He aquí que vengo... para hacer tu voluntad, oh Dios” (Hebreos 10:7).
“Consumado es” (Juan 19:30) —la sentencia fue satisfecha.
2. Muere verdaderamente… y vence realmente
Jesús no finge morir.“Cristo padeció por nosotros en la carne” (1 Pedro 4:1).
“Fue hecho obediente hasta la muerte” (Filipenses 2:8).
Y al morir, cumple con la justicia del Padre.
Por eso su resurrección no es milagro romántico, sino acto judicial legítimo:
“No era posible que la muerte lo retuviera” (Hechos 2:24).
Porque en Él no había pecado. La muerte no tenía derecho sobre Él.
3. En Cristo, el hombre puede morir… y vivir
Cristo no vino a impedir que muramos.Vino a abrir un camino para que podamos morir en Él, cumplir la sentencia legal, y luego vivir en una naturaleza nueva.
“Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él” (Romanos 6:6).
“Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado” (Romanos 6:7).
Esa es la diferencia clave: no somos salvados de morir, sino que morimos bien muertos, y luego vivimos en Cristo, sin condena pendiente.
4. En resumen:
- La muerte no fue evitada, fue absorbida.
- Cristo no interrumpió la justicia: la satisfizo.
- No escapamos a la sentencia, morimos con Él.
- Y por eso, podemos vivir para siempre.
“Yo soy el que vivo; y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:18).