Salmo51

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Dios no sacrifica su justicia para ser misericordioso, ni sacrifica su misericordia para ser justo.

La Escritura revela que ambas se armonizan únicamente en una justicia extraordinaria, una justicia aparte de la ley, fundada no en el perdón arbitrario, sino en la sustitución perfecta de un justo en lugar del injusto.

1. La tensión: Perdonar al injusto es injusto

Una justicia verdadera no puede perdonar al culpable sin violarse a sí misma.
Si alguien evade impuestos y se le perdona la deuda, ¿qué se le dice al que pagó puntualmente?
El perdón, aunque suene piadoso, viola la equidad si no se resuelve el daño hecho.


“El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a Jehová” (Proverbios 17:15).
Dios mismo dice que no tendrá por inocente al culpable (Éxodo 34:7). Entonces, ¿cómo puede perdonarlo?

2. La solución: Una justicia

Dios no borra la deuda.
La cobra, pero la traslada.
La paga otro.
Por eso Romanos 3:26 explica que Dios se mostró justo al justificar al impío, “para ser el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.”

Es decir, Cristo no viene a rogar perdón, sino a pagar el precio completo. La justicia ordinaria no admite perdón.
Entonces Dios establece una nueva justicia, que no reemplaza a la anterior, sino que cumple sus demandas a través de un sustituto inocente, Jesús:

“El castigo de nuestra paz fue sobre Él” (Isaías 53:5).
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado” (2 Corintios 5:21).
“Justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús… para manifestar su justicia” (Romanos 3:24–26).

3. El ejemplo: La mujer adúltera

Jesús no niega que la mujer deba morir (Juan 8).
Él dice: “El que esté sin pecado, arroje la primera piedra.”
¿Por qué?
Porque nadie justo estaba allí para ejecutar una sentencia santa.
Después le pregunta: “¿Dónde están los que te condenaban?” No había ninguno.
Y entonces el único justo presente, Jesús mismo, le dice: “Ni yo te condeno.”

Esto no es relativismo moral.
Es que el justo estaba presente para cargar la condena sobre sí mismo.
Jesús no anula la ley, la absorbe.
No niega el juicio: lo pospone para sí.
Lo que hace posible el perdón no es que Dios lo “decide”, sino que Cristo lo “merece”.


4. La clave: La sangre del justo como base legal

El perdón es justo porque el justo aceptó pagar por los injustos.
No hay contradicción. No hay corrupción. Dios no hace la vista gorda.
El pecado no es ignorado. Es juzgado a rajatabla... pero en Cristo.


“Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (Lucas 22:20).
“Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14).

5. Conclusión: No hay gracia sin justicia

La Gracia no anula la Justicia.
La honra.
Pero lo hace a través de una persona: El único justo, que puede perdonar, porque primero cargó la culpa.

Dios es justo. Dios es misericordioso. Pero solo puede ser ambas cosas en Cristo.
El perdón no es una omisión. Es una sentencia cumplida en otro.

Por eso:

“la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Salmo 85:10).
 
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