Salmo51

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¿Estamos diciendo que la forma es más importante que la sustancia?

No se trata de jerarquías ni de importancia, sino de funciones complementarias. Sin FORMATO, el plástico es polvo inútil; sin la SUSTANCIA, no tendremos la pieza trabajada. El ser es SUSTANCIA pero con FORMA.

Lo IMPORTANTE aquí reside en entender a qué nos referimos cuando nombramos las cosas.

Pensemos en dos cuchillos idénticos a la vista, pintados del mismo color. Uno es de plástico, el otro de aluminio. Si yo digo la palabra «cuchillo», ¿qué imagen aparece en nuestra mente? No pensamos en polímeros o en metales. Pensamos en un mango, en una hoja, en un filo capaz de cortar. La palabra «cuchillo» invoca un concepto funcional, un diseño, no una SUSTANCIA determinada. La sustancia es un adjetivo, una característica del objeto particular que tenemos en la mano («cuchillo de plástico»), pero la palabra «cuchillo» en su esencia, es 100% FORMA.

Y este es el corazón del significado.
Cuando la Escritura dice «Hagamos al Hombre», no se está refiriendo a la sustancia que se usará, sino a la forma o el diseño divino.
Una vez formado el primer hombre, la primera instanciación del MOLDE con Adán, el plan divino no consistía en repetir este acto de formación directa para cada ser humano que existiera.

De hecho, este acto inicial fue único e irrepetible. La Escritura detalla que solo en esta primera formación Dios "sopló... aliento de vida" (Génesis 2:7), transformando la sustancia inerte en un "ser viviente". La creación de Eva, en cambio, ya marca el primer paso en la delegación de la vida: ella no fue formada de nuevo a partir del polvo ni recibió un segundo soplo divino, sino que fue sacada viva del costado del ser que ya vivía. A partir de ese momento, la antorcha fue entregada. Sus descendientes ya no requerirían una animación divina en cada concepción, sino que serían procreados vivos a partir de padres vivos.

Toda esta secuencia demuestra que la intención era delegar la tarea de la propagación de la especie a esta primera pareja. Para ello, Dios integró en la "sustancia formada" de Adán y Eva una funcionalidad primordial: la capacidad de reproducirse. En esencia, se les confirió una imagen funcional del Molde Original y un mecanismo inherente que les permitiría a ellos mismos instanciar nuevos ciclos de vida, llenando la tierra con seres que portarían ese mismo diseño divino fundamental. La humanidad recibió así el mandato y la capacidad de continuar la obra de formación.
Sin embargo, la historia de la humanidad da un giro que lo cambia todo.
Antes de que este mecanismo reproductivo perfecto pudiera siquiera usarse, la desobediencia de la primera instanciación introdujo una corrupción fundamental.
Este no fue un error superficial; fue un evento que infectó la raíz del "molde delegado".
A partir de ese momento, la humanidad ya no portaba una imagen funcional del Molde Original, sino de una FORMA adulterada.

Esto creó una bifurcación crítica en la existencia: el Molde Original y perfecto permaneció en Dios, mientras que el molde humano y corrupto comenzó a producir una descendencia que heredaba la misma falla en su diseño.

La propia Escritura evidencia esta bifurcación de una manera sutil pero poderosa. Al contar a Adán como el "Primer Hombre" y a Jesús como el "Segundo Hombre", la Biblia aplica un filtro que ignora a toda la descendencia intermedia, como Caín o Set. El conteo solo está considerando las instanciaciones directas del Molde Original.

Y es aquí, con todos los conceptos sobre la mesa, donde finalmente podemos responder a las preguntas iniciales.

¿Pudo Jesús haber venido completamente del cielo y ser hombre?

La respuesta, según la lógica que hemos construido, es un rotundo y definitivo .

Ser "hombre" no se define por la sustancia de la que se proviene —sea polvo de la tierra o un origen celestial—, sino por ser una instanciación de la FORMA "Hombre", el Diseño Divino.

Dado que el "molde humano" estaba corrupto, era imposible que de él surgiera un Hombre perfecto. Para que Jesús fuera el "Segundo Hombre" sin pecado, tuvo que ser formado a partir del único molde perfecto y disponible: el Molde Original que reside en Dios.

En este acto de formación divina, el principio de separación es clave. El Molde Original divino imparte la Forma humana a la Sustancia celestial (el Verbo) sin mezclarse con ella.

El resultado es exactamente lo que el título cuestiona: un ser que es 100% celestial en su SUSTANCIA (el Verbo de Dios), pero 100% humano en su FORMA (el Diseño Divino), sin heredar la corrupción terrenal. Un verdadero hombre celestial.

Así, Jesús no solo pudo venir del cielo y ser hombre; según esta lógica, era la única manera en que un hombre perfecto podía volver a existir.
 
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