El Evangelio es claro y directo: “Lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es” (Mateo 1:20).
El mismo texto deja sin espacio a especulación.
No dice que el Espíritu Santo fecundó un óvulo humano, ni que transformó al Verbo en espermatozoide.
Dice que el ser en su totalidad fue engendrado por el Espíritu.
María, al responder al anuncio, pregunta: “¿Cómo será esto? Porque no conozco varón” (Lucas 1:34).
La respuesta del ángel es contundente: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35).
¿Dónde está aquí el óvulo?
¿Dónde está la fecundación?
No aparece.
Lo que aparece es una intervención divina que forma, no fecunda.
El embrión es alguien que viene “de lo alto”, y no como la activación de un proceso natural de reproducción con intervención espiritual.
Un niño nos fue “dado” por Dios como señal milagrosa.
Y la especulación de un "espermatozoide divino" es contraria al diseño de Dios.
Pensar que Dios proveyó un "espermatozoide divino" para fecundar un óvulo de María es una especulación que ensucia el milagro.
Lo convierte en una especie de inseminación artificial celestial, una solución híbrida.
Pero el evangelio habla de un milagro puro, una "señal" (Isaías 7:14).
Un acto donde un bebé no es "dado del cielo", una vida completa.
Y la otra idea aparte implicaría que Dios usó un óvulo caído y lo fecundó con un elemento divino.
Es teológicamente mucho más limpio y poderoso pensar en un acto directo, donde "lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es" (Mateo 1:20), atribuyendo el 100% del origen al Espíritu.
El mismo texto deja sin espacio a especulación.
No dice que el Espíritu Santo fecundó un óvulo humano, ni que transformó al Verbo en espermatozoide.
Dice que el ser en su totalidad fue engendrado por el Espíritu.
María, al responder al anuncio, pregunta: “¿Cómo será esto? Porque no conozco varón” (Lucas 1:34).
La respuesta del ángel es contundente: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35).
¿Dónde está aquí el óvulo?
¿Dónde está la fecundación?
No aparece.
Lo que aparece es una intervención divina que forma, no fecunda.
El embrión es alguien que viene “de lo alto”, y no como la activación de un proceso natural de reproducción con intervención espiritual.
Un niño nos fue “dado” por Dios como señal milagrosa.
Y la especulación de un "espermatozoide divino" es contraria al diseño de Dios.
Pensar que Dios proveyó un "espermatozoide divino" para fecundar un óvulo de María es una especulación que ensucia el milagro.
Lo convierte en una especie de inseminación artificial celestial, una solución híbrida.
Pero el evangelio habla de un milagro puro, una "señal" (Isaías 7:14).
Un acto donde un bebé no es "dado del cielo", una vida completa.
Y la otra idea aparte implicaría que Dios usó un óvulo caído y lo fecundó con un elemento divino.
Es teológicamente mucho más limpio y poderoso pensar en un acto directo, donde "lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es" (Mateo 1:20), atribuyendo el 100% del origen al Espíritu.