La reproducción es un mandato para la "sola carne"
En Génesis 1:22 y 1:28, Dios ordena a los seres vivos: “Fructificad y multiplicaos”.
Este mandato no fue dado a personas particulares (ni a varón ni a mujer como individuos), sino a la carne, es decir, a la especie.
La reproducción exige la colaboración de dos elementos: el óvulo femenino y el espermatozoide masculino.
Ninguno de los dos por separado puede generar descendencia; por tanto, la capacidad de multiplicarse pertenece a la especie humana como conjunto y no a sus partes individuales.
La mujer no puede embarazarse sin semen, y el varón no puede generar hijos sin una matriz que reciba y geste.
La fecundación, por diseño divino, ocurre por la unión de ambas partes.
Si Jesús fue concebido sin semen, entonces no fue producto de una reproducción.
Por otra parte el ya prexistía como Verbo por lo que tampoco fue creado.
Se trató de una formación sobrenatural.
El texto bíblico dice que María “no conocía varón” (Lucas 1:34), por lo que no hubo intervención del principio masculino. Si no hubo varón, no hubo semen; y si no hubo semen, tampoco hubo fecundación natural de óvulo alguno, según el orden creado.
Resumiendo:
Dios en Génesis le da la orden a la especie, no a individuos aislados: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra" (Génesis 1:28).
Esta ley biológica requiere un aporte masculino (semen) y uno femenino (la capacidad de gestar).
No hay reproducción de mujeres por mujeres, ni de varones por varones.
No son distintas especies sino miembros los dos de una misma especie.
Si la Biblia confirma que en el embarazo de María no hubo varón ("no conozco varón", Lucas 1:34), entonces no se cumplió la ley biológica. Se anuló por completo.
El proceso que tuvo lugar no fue un proceso de la carne.
En Génesis 1:22 y 1:28, Dios ordena a los seres vivos: “Fructificad y multiplicaos”.
Este mandato no fue dado a personas particulares (ni a varón ni a mujer como individuos), sino a la carne, es decir, a la especie.
La reproducción exige la colaboración de dos elementos: el óvulo femenino y el espermatozoide masculino.
Ninguno de los dos por separado puede generar descendencia; por tanto, la capacidad de multiplicarse pertenece a la especie humana como conjunto y no a sus partes individuales.
La mujer no puede embarazarse sin semen, y el varón no puede generar hijos sin una matriz que reciba y geste.
La fecundación, por diseño divino, ocurre por la unión de ambas partes.
Si Jesús fue concebido sin semen, entonces no fue producto de una reproducción.
Por otra parte el ya prexistía como Verbo por lo que tampoco fue creado.
Se trató de una formación sobrenatural.
El texto bíblico dice que María “no conocía varón” (Lucas 1:34), por lo que no hubo intervención del principio masculino. Si no hubo varón, no hubo semen; y si no hubo semen, tampoco hubo fecundación natural de óvulo alguno, según el orden creado.
Resumiendo:
Dios en Génesis le da la orden a la especie, no a individuos aislados: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra" (Génesis 1:28).
Esta ley biológica requiere un aporte masculino (semen) y uno femenino (la capacidad de gestar).
No hay reproducción de mujeres por mujeres, ni de varones por varones.
No son distintas especies sino miembros los dos de una misma especie.
Si la Biblia confirma que en el embarazo de María no hubo varón ("no conozco varón", Lucas 1:34), entonces no se cumplió la ley biológica. Se anuló por completo.
El proceso que tuvo lugar no fue un proceso de la carne.