El Verbo eterno entra en el tiempo y se hace carne. La Palabra prometida se cumple en el nacimiento del Hijo bajo la ley, para comenzar el nuevo linaje humano.

Donde Adán desobedeció, Cristo obedeció sin falla. Su fidelidad revierte la condena y abre el camino de la justicia.

Cristo vence la muerte no solo por sustitución, sino por destrucción del poder que la sostenía. Todos los hombres son vivificados en Él.

En la cruz se cumple la justicia divina y se derrama la gracia sobre todos. La condena legal queda satisfecha, y la vida se ofrece sin acepción.

La restauración se completa con la promesa del reino eterno, donde la vida ya no podrá corromperse. La creación será libertada de la vanidad y Dios será todo en todos.